
El lugar que habitamos está directamente relacionado con nuestra salud y nuestras posibilidades de desarrollo. El aire que respiramos, el agua que tomamos y la forma en general en que vivimos nos afecta a todos.
Sin embargo, la relación que tenemos con nuestro planeta no es buena. Esto es algo que no es nuevo y ha quedado muy en evidencia durante la pandemia. La situación ha llegado a tal punto que ya nadie duda que el cambio climático y el calentamiento global son dos de los mayores problemas que enfrentará la humanidad durante las próximas décadas.
La proclamación del 5 de junio como el “Día mundial del medio ambiente” es una de las tantas acciones que desde hace años se realizan en busca de generar conciencia del grave problema en el que estamos metidos.
Pero frente a este complejo panorama, todas las organizaciones, en especial las del sector público, debemos tomar también otro tipo de medidas concretas que ataquen las causas y minimicen sus consecuencias.
El primer paso para que una institución pueda reducir el impacto que tiene sobre el calentamiento global, es conocerlo. Por eso, el año pasado, en la Legislatura porteña decidimos medir, por primera vez en la historia, los gases de efecto invernadero que generan todas las actividades de nuestra institución en la ciudad de Buenos Aires. Nos propusimos saber cuál es su impacto ambiental y evaluar qué medidas podemos tomar para modificarlo.
La medición de la “huella de carbono” (indicador que se cuantifica en unidades de dióxido de carbono) de la Legislatura se realizó junto a la Asociación Civil Sustentar, a partir de un convenio de colaboración. El período que se investigó fue de marzo de 2022 a febrero de 2023 incluido.
La huella de carbono que generó la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en esos 12 meses fue de 1333 tn CO2 eq., lo que da un promedio de 0.63 tn CO2 eq por cada persona que habita la casa, Si bien estos números no nos permiten hoy hacer una comparación, nos sirven como punto de partida para tomar conciencia de la marca que estamos generando y trazar un objetivo concreto para el futuro. La recomendación de los especialistas es bajar esa cifra alrededor de un 20% el año próximo y continuar trabajando en esa línea los años venideros hasta alcanzar una reducción del 50% en 2030.
Un aspecto fundamental a tener en cuenta en ese propósito es conocer el detalle de la huella generada. La mayor parte de las emisiones fueron provocadas por el transporte de los empleados a la institución (59%), el uso de energía eléctrica (19%), la recarga de gases refrigerantes (12%) y la compra de bienes adquiridos (5%).
El proceso de reducción del impacto que generamos en nuestro ecosistema no será sencillo e implicará tomar una serie de decisiones importantes que se deberán complementar con un serio trabajo de concientización general. En este sentido, este mismo año nos proponemos medir también, por primera vez, los residuos que generamos según su clasificación, y comenzar a trabajar junto a especialistas de instituciones académicas y organizaciones de la sociedad civil en la elaboración de un programa de compras sostenibles.
Todavía estamos a tiempo. El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas de marzo de este año destaca que “urge tomar medidas más ambiciosas” que las realizadas hasta el momento. Pero también indica que “si actuamos ahora, aún es posible garantizar un futuro sostenible y habitable para todos”.
Lo primero siempre es tomar conciencia y reconocer el problema. En la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires ya tenemos un diagnóstico y un plan para pasar a la acción. Tenemos que asumir la responsabilidad y comenzar a recomponer nuestra relación con el lugar donde vivimos.
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